miércoles, 11 de mayo de 2011

Una mirada al futuro

Muchos son los días al año que esperamos para tan sólo un cúmulo de 168 horas que se rompen entre suspiros y lágrimas de alegría, dolor, angustia, esperanza, colorido y pasión. Este año, nos ha tocado vivir un valle de lágrimas, en el que gimiendo y llorando hemos suspirado, que nos ha dejado con un mal sabor de boca, que ha dejado las cosas a medias, que nos ha producido tal presión en el pecho y el corazón que nos ha faltado el aire para respirar. Ha sido un año de grandes desilusiones, o... ¿quién sabe? A lo mejor peco de optimista, pero es una antítesis o contraportada a lo que está por venir el año que viene, algo o  un año inolvidable, con sucesos históricos bajo el sol más radiante que podamos haber visto, en el que los llamadores, se oxiden, no por la acción del oxígeno, sino por la de los rayos de sol que lo hacen brillar como oro de innumerables kilates, o bien, que seamos capaces de divisar bajo esas divinas sombras que tanto necesitaremos, con una vista de lince o de pájaro hasta el más mínimo detalle de un palio bordado hasta la saciedad, en el que no cabría un simple exhalar del más mínimo insecto que lo rondase.

Un año en el que las cervezas en los bares, de relevo en relevo, sean una bendición, o incluso una necesidad. En el que las gotas de agua, se conviertan en rocío que cae de las verdes hojas de la flor del azahar. Y es que este año ha sido un año para olvidar, pero siempre me han enseñado, que lo bueno, está por llegar...




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